Aeropuerto

Una inacabable sucesión de rostros impersonales, acompañado maletas de todo tipo, color y forma. Pocas sonrisas, aunque algunos y algunas se empeñan en hacer de su aspecto un chiste constante.

Como la señora caribeña, toda vestida de rojo, con un pantalón que muestra sus aparentes bien contorneadas piernas, una camisa de encaje ceñida sobre sus generosos pechos, moño en lo alto de la cabeza y gafas para remediar la miopía. Llamativa pero insulsa, rozando la vulgaridad. Y el bolso. Negro, con el logotipo de Gucci, mas grande que el propio complemento. Un matojo de pelos se mueve dentro con desparpajo, suelta un ladrido pequeñito, casi ridiculo, y la señora lo manda callar con una leve caricia sobre sus orejas. Algunos de los que pasan a su lado fijan los ojos en ella, o quizás en el perrito. Exceso de exposición publica, innecesaria y gratuita para llenar un ego vacio de forma, probablemente por su aparente trabajo vital de mujer florero. Eso si, se toma con mucha tranquilidad darle la Visa a la operaria de Qatar Airlines que le expende el billete. Primera clase, claro.

Un grupo de monjitas la miran curiosas. Ataviadas con el habito marrón pardusco que les llega hasta los tobillos donde se juntan con unas sandalias imposible, tipo gorila años 70's. Con la toquilla a juego tapando sus cabezas, y esa sonrisa típica de los inocentes. Algunas metidas en edad, otras mas jovencitas con el rictus serio. Normal, hormonalmente deben de estar descompensadas, Dios las ama y ellas les corresponde, pero catar no catan nada ni aunque volasen con la compañía de la señora del perrito. Esa enajenación mental extraña y enfermiza que les imposibilita vivir la vida libremente. El día que baje Jesucristo de los cielos y les diga que todo aquello fue una broma originada por un exceso de aguardiente de judea, en una mala tarde de juerga con los apóstoles, probablemente muchas no sean capaces de reirle la gracia.

"Madre Abadesa!" - grita el encargado de guiarles a través del aeropuerto, señalando a la oveja principal el camino por donde debe de guiar al rebaño. Curiosamente, coincidencia o producto de las feromonas locas que seguro que emanan por los poros de las hermanitas, un mocito de buen ver se pone detrás de ellas, con su maleta y marcando paquete en unos vaqueros dos tallas menor de lo debido, como si se tratese de un moderno Nicolas Anelka. Las mira curioso, y se fija en la mas hermosa de las hermanas que con un aire intelectual permanece seria junto al resto de la congregación. El chulazo la observa insistentemente, esperando que ella le devuelva la mirada. Cuando por fin cruzan los ojos, sor le mantiene el envite, y al final èl es quien retira la cara. No debe ser la primera, ni la ultima, vez que alguien la agrede con una mirada lasciva intensamente. Ahora parece mas atractiva, como si el breve combate haya producido un leve pero evidente cambio en sus facciones.

Siguen pasando los carros con equipaje empujados por esclavos de sus pertenencias. Siempre demasiadas maletas, por lo que pueda pasar, aunque la mayor parte de las ropas y bártulos transportados no se usen durante el viaje. Esa libertad de los nómadas que solo tienen las ataduras de sus pensamientos ha desaparecido de la carga genética de las actuales generaciones de viajeros. No me imagino a la inmensa mayoría de estas personas en una guerra, donde subsistir es lo unico que importa.

Llevo unos dias con algo de miedo a cruzar la mirada con alguna anciana berlinesa en el metro o en el tranvía. No quiero que se me note que he leído mucho sobre Alemania en el ultimo año. No quiero que sea capaz de descubrir que conozco el secreto que muchas de ellas han guardado con celo durante estos años transcurridos desde el final del desastre absoluto. Sistemáticamente violadas en incontables ocasiones por las tropas del glorioso Ejercito Rojo, por orden y gracia del camarada Stalin, para doblegar las pocas energías y moral que atesoraban después de los largos años de guerra que provocaron las ansias del espacio vital del psicópata austriaco del bigotito grotesco.

Pocas mujeres, niñas y ancianas incluidas, se libraron de pasar decenas de veces por las ansias procreadoras de los ivanes. Crímenes de guerra lo llamaríamos ahora que somos una civilización aparentemente mas correcta y educada. Crímenes que nunca tendrán sentido ni castigo, como tampoco los tuvieron los de Franco o los de el tonto Bush. Me acuerdo de Jose Couso, y la causa perdida que mantiene su familia contra los estados imbéciles de america. Los vencedores nunca son responsables de los crímenes de guerra, ellos son los que marcan las normas, crean organismos como la ONU y tergiversan la realidad para esculpirla a sus gustos y necesidades.

Pasa el tiempo despacio, pero no importa. Ludovico Eiunaidi suena en los egoistines, los auriculares, enganchados al Ipad desde donde escribo estas lineas. Hoy a muerto Steve Jobs. Me he enterado a las 9'00 de la mañana escuchando las noticias en el coche. Lo he sentido mucho, formaba parte de nuestras vidas aunque muchos no lo sepan, aunque muchos no sean conscientes del peso de sus decisiones en nuestro dia a día. Y no es que haya creado en estos años nada nuevo, solo imagino como a èl le hubiese gustado inventarlo. Hace unas semanas unos desalmados publicaron una de sus ultimas fotos. En pijama, tremendamente delgado, en estado terminal, con la mirada perdida. La foto era una infamia que no se merecía. Alguien que ha aportado tanto al mundo debería ser respetado. Descanse en paz, no te olvidaremos fácilmente.

Acaban de llegar un grupo de chicas alemanas. Entre 20 y 25 años tienen las mozas. Están poniendo sus mochilas junto a mi alrededor. En cualquier momento me sepultaran definitivamente, sin ningún tipo de pudor. Ni un Guten Tag, ni una sonrisa pidiendo permiso. Debe de ser esto lo normal para quien viaja habitualmente, pero para mi es una falta de respeto, me están empezando a ocupar mi LibersBraum.

Igual les declaro la guerra, pero cuando llegue a Berlin, aquí me da un poquito de pereza.

Hora de pasar el control de seguridad.

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